Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO
CÓDIGO DE ÉTICA
Suave como una caricia mañanera, así soplan los aires frescos que llegan por el lado oriente de la ciudad. Es motivo para pensar que el verano, dentro de unos días, no dejará de influenciarnos con su cortina de friolentas noches, como un anuncio preventivo para abrigar el cuerpo y darle calor con todo lo que ha inventado el hombre con el fin de afrontar esta estación única del año.
Que, con todo y lo manifestado, vigoriza el alma deseosa de emociones. Desde muy temprano las campanas del Templo de San Antonio de Padua, cumplen con su deber de invitarnos a orar por la mañana. La mayoría de los habitantes de esta localidad, son testigos de las enseñanzas de los abuelos que, con mucho respeto nos enseñaban uno de los mandamientos de la iglesia, que es la de “oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”.
Esta obligación era tomada con agrado debido a que, después de observar el mandato, todo el parque Zaragoza se llenaba de damitas y vendedores de golosina para satisfacer a los glotones.
Don Nicolás Freda Grilla, músico, compositor y poeta, sintetizó en un admirable cuadro de su inspiración lo que a su imagen significó Huatusco.
“Voy a cantarte tierra soñada/ bello paisaje de una portada/ tu Citlacuata, tu Acatepec.// Y a los ojos de las mujeres,/ maravillosos atardeceres,/ del Citlalapa y Elotepec.// Huatusco tierra divina donde nací/ en donde, por vez primera amé y sufrí/ tú tienes de la provincia la inspiración,/ y eres, cuna de artistas de tradición.// Te canto, porque me nace del corazón,/ tu eres eterno canto de bendición,/ Huatusco tierra de ensueño,/ donde mi espíritu se volvió bohemio.”
Relata el profesor Juan Zilli Mánica sus experiencias refiriéndose a su querida y apreciada Colonia Manuel González: “Cuántas veces el espectáculo arrebatador removía nuestras inquietas ilusiones; nuestros impacientes anhelos: ¡cómo trepar por aquellas lejanas cordilleras, poner los pies en sus picachos y divisar lo que habría más allá.
Subir en el tren y, en vertiginosa carrera, conocer otros pueblos, otros mundos; cuándo llegar a Veracruz y contemplar el mar, ese por donde llegaron nuestros abuelos y padres.”
Recopilar el universo de datos distribuidos en los rincones del ex Cantón huatusqueño, se requiere tiempo, recursos y un proyecto definido. Con la finalidad de que nos conduzca a encontrar el paisaje histórico tal y como lo dieron a conocer sus moradores.
Interpretándolo en sus sentimientos sagrados que dieron origen a la construcción de edificios y templos, al amparo de una agricultura adecuada para constituirse en una comunidad con rasgos propios.
En el archivo de los olvidados encontramos lo que puede ser una semblanza del Maestro Zilli Mánica, descendiente de italianos que llegaron a nuestro País en 1881 para incorporarse a la fundación de varias congregaciones. Como profesionista se desempeñó en la cátedra de español en la Escuela Normal Veracruzana, “Enrique C. Rébsamen”. Varias generaciones llevan el sello de sus conocimientos que impartió con personalidad y vehemencia.
A sus alumnos de nuevo ingreso los recibía con la siguiente cartilla de ética, que tenían que aprenderse de memoria: “Trabaja joven, sin cesar trabaja. La frente honrada que en sudor se moja, jamás ante otra frente se sonroja, ni se rinde servil a quien la ultraja. Tarde la nieve de los años cuaja, sobre quien lejos la indolencia arroja, su cuerpo al roble por lo fuerte enoja, su alma del mundo al lodazal no baja.
El pan que da el trabajo es más sabroso, que la escondida miel que con empeño liba la abeja en el rosal frondoso. Si comes ese pan, ¡serás tú dueño ¡. Más si el ocio ruedas al abismo, ¡todo serlo podrás, menos tú mismo ¡”. Gracias Maestro.