Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
MIGRANTES ITALIANOS.
Ahora son los nietos y bisnietos quienes se responsabilizan de narrar la historia que sus “nonos” heredaron para que conocieran y valoraran el sinnúmero de obstáculos que tuvieron que enfrentar para formar el prestigio que hoy disfrutan los descendientes, de aquellos que atravesaron el mar Atlántico habiendo sufrido cuatro fallecimientos, una mayoría infectados por un brote de sarampión y nueve nacimientos.
Este testimonio se lo dedico a mis abuelos Delfina y Marcelo, dice en su escrito uno de ellos. Dado que, “habían dejado todo su pasado en su País con la esperanza, la seguridad y la satisfacción de obtener una tierra prometida, donde pudieran crecer sus hijos, a los que pretendían heredar el entusiasmo a su madura inocencia, a su pura inconsciencia a su virilidad que había resistido el vaivén de las olas.”
Los informes oficiales del arribo se transmitían por medio del telégrafo. Señor Secretario de Fomento: “Conduce el vapor Atlántico cuatrocientas veintiocho personas que componen ochenta y ocho familias. Cuarenta y cinco familias tirolesas, diecinueve de Lombardía y veinticuatro del Véneto. En toda la navegación, buen aspecto en lo general. Mañana a las cinco se hace el desembarco de equipajes y de los colonos. Mi objeto es salir a las doce o la una para Orizaba: avisaré hora de salida.” Manuel Sierra Méndez. 19 octubre 1881.
“El puerto de Veracruz estuvo ahí para recibirlos con signos amistosos. Les ofrecieron un abrazo tímido pero inevitable. El amor por la mujer y los hijos los había obligado a emigrar. También inundaciones y la muerte de sus animales además, autoridades insensibles y usureros, pero ni todos estos problemas lograron quitarles el honor y la dignidad.”
El 20 de octubre, con una curiosidad que era pretexto para hacer fiesta, estaban de viaje rumbo a Orizaba en un tren especial que los arrastraba sobre el fondo de un valle rodeado de espesos bosques de un verde intenso, interrumpido por extraños graznidos, un ruido constante y molesto, entre cánticos de los pájaros. A las diez de la noche ya estaban agobiados y envueltos por la obscuridad. Y de pronto, entre el resplandor de antorchas y de lámparas de aceite, la gente de la Villa de Orizaba con las autoridades a la cabeza, los recibía con gran simpatía.
La alimentación fue abundante en el desayuno pan y café, frijoles y carne en la comida de mediodía, sopa de verdura, pan y café para la cena. Fruta no faltaba de todos los tipos, dimensiones, colores y sabores. De nombres muy extraños, mango, aguacate, guanábana, pitaya, tuna, anona, chirimoya, ilama, mamey, chico zapote y caña. Nunca pensaron que hubiera tanta variedad. Algunos dieron rienda suelta a su hambre retrasada y eso les haría daño. Al día siguiente se registraron los primeros casos de disentería.
Por fin llegaron a Huatusco una tarde del 4 de Noviembre de 1881, el sol se ocultaba y pasaban por su mente cuestiones perturbadoras: “¿dónde están las casas prometidas, las bestias de labor, los terrenos para sembrar ¿ no hay más que una selva que dibuja la silueta de colinas abruptas y que nos acerca a la obscuridad de una noche cuyas estrellas brillan y nos parecen tan grandes como grande se ha vuelto también nuestro corazón, lleno de rencor y de rabia, pero ya estamos aquí para vivir y luchar . el resto depende de nosotros.”
En los alrededores del municipio de Zentla no había cultivo ni medio de comunicación, el entorno era boscoso, accidentado y difícil para trabajar. En medio de esta naturaleza, conformaron ranchos y comunidades como el Castillo, Chavaxtla, El Ocote, Sabanas, Metlapoxteca, El Tigre, El Olvido, Zentla, Maromilla y la Reforma, en ese lugar recibieron su parcela Delfina y Marcelo, para quién va dirigido este mensaje de parte de sus hijos, dando muestra de agradecimiento por su voluntad férrea de adaptarse a las circunstancias.