26/07/2024

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EL NIÑO QUE NO CONOCIÓ LA POBREZA.

Roberto García Justo. (Juchitán Gro.)

De lo bueno poco o nada, es como empiezo a recordar que en mi pueblo los niños no discutíamos por ver quien tenía más dinero o bienes materiales, huertas, caballos, burros o vacas. Nos veíamos todos iguales, si se nos antojaba comer mangos, corríamos a los árboles donde abundaban y escogíamos los maduros, aquellos que entre chimecos y amarillos daban un placer exquisito, no faltaba el que los prefiriera camunco con sal y chile verde.   Los blancos granos de los guamúchiles eran despojados de su enroscada vaina para llenarnos de placer.

En la época de cosecha, cortábamos la sandía de ratón, son como almendras pero con picos, la abríamos y nos comíamos las frutitas. Los conocedores del campo iban a recoger tejerucos, que disfrutábamos bien maduros.  La guayaba rosadita por dentro, muy dulce. Los pipines del cubato, las cachimbas, las espinas tiernas de carnezuelo, los nanches del cerro y hasta la miel de los panales que comíamos con todo y las celdillas.

Cada vez que iba  enmedio del monte, unos pájaros grandes comenzaban a gritar, delatando nuestra presencia. Las conocemos como urracas, tienen la cola larga y siempre andan en parvada. Mi abuelo me dijo que eran las que delataron al niño Jesús cuando era perseguido por Heroles con el fin de sacrificarlo, celoso porque le dijeron sus consejeros que sería el Rey de los cielos.

Por mi papa Tino supe que estos animales no eran del color que ahora tienen, debido a que la primera vez que descubrieron a la familia de María, José y el niño, comenzaron a gritar: ¡ por aquí va ¡  ¡ por aquí va ¡ sin embargo la Virgen les habló y rogó que se callaran a cambio de su túnica que era de un azul bajito. Las delatoras aceptaron y cubrieron su plumaje con la tela, dejando el pecho blanco.  Luego sucedió otra vez lo mismo, en esta ocasión nuestra señora les dio las cuentas de su collar y se las prendieron en el cuello. Poniendo en su cabeza las dos plumas que lucen como cresta.

Al poco tiempo volaban de un lado a otro con el fin de localizar a los fugitivos, pero la fortuna los cubrió con su manto y no fueron encontrados por las lenguas largas de las urracas. Que como castigo tienen que gritar su alborotado y terrible ¡ ahí va ¡ a todos los animales o personas que cruzan por su camino. 

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