Desde Huatusco
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ROBERTO GARCÍA JUSTO.
VIVA ZAPATA
El caudillo del sur, Emiliano Zapata es considerado como uno de los símbolos de la Revolución Mexicana de 1910, al lado de don Francisco I. Madero, don Venustiano Carranza, Francisco Villa y Álvaro Obregón. El Plan de Ayala, redactado por Otilio Montaño en esa localidad sureña, concentraba los ideales de los campesinos que exigían a los hacendados la devolución de sus tierras arrebatadas durante el mandato de 30 años como presidente de la República de don Porfirio Díaz.
El lema se concretaba a recuperar la “Reforma, Libertad, Justicia y Ley”, como resultado de la promesa incumplida por Madero. Al que desconocían como la máxima autoridad y jefe de la Revolución, pidiendo con esto su derrocamiento. Advertían que iban a mantener sus propiedades con las armas en la mano y los usurpadores que se consideraran con derechos, tenían que sostener un juicio ante tribunales especiales al término de la insurrección.
El caudillo del sur conformó un ejército en su mayoría de gente humilde que se unía a la causa por considerarla justa. Confiaban en este personaje que reunía cualidades personales para erigirse como el líder máximo, ya que, nunca iba a traicionarlos fácilmente. Aunque su punto principal de actividades estaba concentrado en el Estado de Morelos, hubo intentos por rebasar esas fronteras sin el éxito deseado. En la mayoría de las comunidades se hablaba de él, pero no se solidificó una mayoría que impusiera sus principios de “Tierra y Libertad”.
En la región de las Altas Montañas surgieron varios líderes que se levantaron en armas con la finalidad de terminar con el sistema feudal que defendían por medio de los soldados leales a don Porfirio Díaz. El 14 de mayo de 1911, Gabriel Gaviria y Cándido Aguilar al frente de 172 hombres mal amados, a las ocho de la mañana piden la rendición de la plaza. Al no recibir respuesta se lanzaron a galope, encontrando una débil resistencia, acto seguido abolió la jefatura política existente y se nombró un Alcalde Cantonal, resultando electo en una improvisada asamblea el rico cafetalero don Jesús Páez.
El Plan de Ayala proclamado el 28 de noviembre de 1911, trató de crear su centro de operaciones en esta zona. Por las calles de esta ciudad, comentan que, circulaba un individuo portando un cajón lleno de artículos como listones, peines, agujas e hilos. Simulando ser un vendedor ambulante, y por las noches se hospedaba en una vivienda propiedad de don Jesús Moreno. Un error lo dejó al descubierto al encontrarle documentación que lo acreditaban como el Teniente Coronel Juan L. Jiménez, miembro activo al servicio de los zapatistas.
Fue entregado al jefe político, Luis Puig quién de inmediato lo mandó a fusilar. Como parte oficial, quedo inscrito en el acta de defunción del 22 de octubre de 1913, “…De acuerdo con las instrucciones de la superioridad, el reo que lleva el nombre de Juan L. Jiménez. Acusado de rebeldía contra el gobierno establecido, deberá ser trasladado a la Ciudad de Jalapa, Ver., para someterlo a proceso, en tal virtud se ordenó su traslado a las fuerzas rurales acantonadas en esta ciudad y en el camino intentó darse a la fuga por lo que fue muerto por los rurales…”
Difícilmente podrá localizarse su sepultura en el panteón municipal, ya que sus restos fueron enterrados en una fosa común por la mano piadosa de unos “teporochos”.
Una placa se encuentra colocada en el Palacio Municipal, esperando a que oficialmente se le otorgue un reconocimiento a tan valiente revolucionario, que ante los ojos de todo el pueblo fue exhibido y acribillado en un paredón improvisado en terrenos del camposanto, sin existir un juicio previo. Antes de caer abatido por las balas, lanzó un grito que conmovió a los presentes: ¡Que viva el señor Madero y mi general Zapata, siga la revolución!.