Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
HUATUSCO EN LLAMAS.
El historiador es una persona dedicada al estudio, interpretación, análisis y publicación de documentos, relatos y vestigios que sucedieron en el pasado. Existen varias especialidades, pero, por lo general hay quienes se interesan en investigar periodos específicos, partiendo de una perspectiva económica, política o social. Se sustentan en un método dialéctico, sea materialista o idealista, de acuerdo a la visión personal.
Con esta condensada descripción retomamos el relato de los acontecimientos que tuvieron lugar en esta ciudad a principios del siglo XIX, es decir a partir de 1812. Desde que sonó el primer disparo, se demostró que Julián Ángel, de sangre indígena, era un rebelde que se alzó en armas, para satisfacer sus instintos, lo consideraban como un hombre de mal carácter y tomó la guerra como pretexto para escudarse de sus actos sanguinarios.
Siendo jefe del regimiento con sede en esta localidad, mandó a fusilar a muchos ciudadanos inocentes que tuvieron la desgracia de echárselo de enemigo, se dice que con sangre fría pasó por las armas el cadáver de un vecino con el que tenía algunas diferencias. Para tomar el mando absoluto del regimiento, fingió obediencia a su superior, Jacinto Roque, sin mostrar ambiciones. Una noche, con un grupo de sus leales seguidores, lo hizo prisionero y por la mañana le dio cristiana sepultura.
Este comportamiento inadecuado para la guerra de independencia que se llevaba a cabo en este estratégico lugar, mereció la atención de altos mandos que acudieron para dar solución al conflicto. Sin informar de la misión, arribó el insurgente don Antonio Bárcenas, caracterizado por su profundo conocimiento de la lucha armada, ya que se había distinguido por sus principios morales y amante del orden dentro de la tropa.
Con mucha inteligencia y tacto se ganó la voluntad de los soldados que integraban la unidad. Llegó el momento apropiado para que le leyera los principios que había violado Julián Ángel, decretando su destitución que apoyaron todos. Sin otro asunto que tatar, en la madrugada, cuando los gallos cantan para anunciar el nuevo día, se dispuso su ejecución. Dando por finiquitado este imprudente episodio.
Quedó al frente de la tropa Bárcenas, que en poco tiempo demostró el carácter disciplinario que debía prevalecer en horas de paz y en tiempo de guerra. Al enterarse de la preparación militar de alta calidad que se estaba enseñando a voluntarios de la región. El gobierno español, envió una fuerza numerosa y bien preparada para combatir al grupo peligroso que se estaba desarrollando.
Enterado del contingente que venía para atacarlo, Bárcenas dispuso que en la barranca del Jamapa se levantaran trincheras dispuestas para la resistencia. Se libró un reñido enfrentamiento, el capitán realista de apellido Maza con un contingente experto y bien armado rompió el cerco, replegando a las montañas a los insurgentes.
Al entrar victorioso a esta ciudad el comandante de la corona española, manifestaba su indignación que confesó se debía a la sorpresiva oposición encontrada, con la pérdida de varios de sus hombres. Mandó “se incendiara el pueblo y pasaran a cuchillo cuanto animal se encontraran. Lo mismo que se ejecutó inmediatamente”. Realizado lo anterior, regresó su cuartel instalado en Orizaba.