Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO
EL ÚLTIMO PORFIRISTA.
Una sólida economía reinaba en el Cantón de Huatusco, basada en la producción cafetalera, hasta el estallido de la Revolución de 1910, época en que gobernaba Joaquín A. Castro Domínguez como jefe político de la jurisdicción. Este personaje poco mencionado, nació en Coscomatepec de Bravo en 1862, su padre el teniente coronel del ejército liberal, Joaquín Castro Márquez y su Madre Santos Domínguez, lo educaron de acuerdo a los medios económico que guardaban y, joven comenzó a trabajar como empleado en una casa comercial, luego se trasladó a la Ciudad de Xalapa para cursar la carrera de profesor de primaria.
Regresó a esta localidad en compañía de su esposa doña Guadalupe Loyo, con la que procreó seis hijos, Benito, Maclovio, La Nana, Ofelia, Carmen, Guadalupe y Luz. Siendo Presidente Municipal don Carlos A. Hernández, colaboró como Juez de Manzana luego Secretario del H. Ayuntamiento llegando, posteriormente a ocupar la Alcaldía. De esa manera se incorporó a la política desde donde encausó los principios teóricos y prácticos del régimen de don Porfirio Díaz en los municipios que le correspondía al Cantón,como Jefe Político: Huatusco, Elotepec, Zentla, Totutla, Tlacotepec, Axocuapan, Tenampa, Tetetla, Tetitlán, Sochiapan y Comapa.
Dentro de sus funciones públicas, se le consideró como un hombre exitoso y a su vez polémico, se creó una imagen alabada por el sector acaudalado de la zona, pero criticado seriamente por una comunidad que estaba harta de la dictadura del oaxaqueño, a la que él respaldaba con lealtad. El sistema prevaleciente permitió que ocupara varias carteras y por su cercanía con el Gobernante Teodoro A, Dahesa y la amistad con don Porfirio, se incrustó en el grupo que lo impulsó para desempeñar el puesto de Jefe Político en Acayucán y Minatitlán, finalmente, por varios años en esta localidad.
Como mentor, le correspondió dirigir la Reforma Educativa que se aprobó en el Congreso para todo el País, construyéndose varias escuelas Primarias y la cantonal. Fue electo Diputado Local y por su iniciativa con lo que recibía por sus retribuciones mensuales, contrató los servicios de diez avezadas damas para que se dedicaran a impartir la enseñanza de las primeras letras a los menores analfabetas, apoyádas en el silabario de San Miguel. Puso la primera piedra de la Escuela Ofelia Castro, la que se construyó con fondos propios y donado a la Ciudad.
Durante su administración, amplió y reparó los caminos vecinales, muchos se empedraron, en particular el de Huatusco-Coscomatepec. Siendo uno de los más transitados por la ubicación de la estación del tren El Huatusquito, considerado el centro obligado para el comercio hacia México y otras partes del País. Así mismo, terminó el acueducto para transportar agua, remodeló el Parque Zaragoza y amplió la red telefónica. Se crearon los mecanismos para combatir el abigeato y se redujeron los índices delictivos en la región.
Acosado por la tropa de Victoriano Huerta, en el año de 1911, renunció a su responsabilidad y salió huyendo con el apoyo de su amigo Bartolo Landa. Se refugió en la Ciudad de Puebla por algún tiempo. Posteriormente se trasladó a México, en donde resentido por los años, enfermo y cansado, se rodeó de amigos huatusqueños radicados en la capital de la República para recordar viejas hazañas, con Luis Vega y Pavón, Nicolás González, Ricardo Toríz, Efrén Domínguez y Ernesto García Cabral, según testimonios relatados por su nieta.
Murió en 1915, lejos de esta tierra que le vio nacer, en el más absoluto de los olvidos. Pero, hay que reconocer que hubo una época de esplendor y beneficio, donde el arte abasteció de su cultura al pueblo. Lo que nos aclara, que el apogeo económico de finales del siglo XIX fue un punto referente para abrirse a la modernidad que durante ese ciclo dominó sus propias contradicciones.