Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
UN LUCHADOR SOCIAL
Es necesario que reúna virtudes esenciales que les permita desarrollar sentimientos solidarios hacia nuestros semejantes, poseer un pensamiento de lucha cuyos objetivos estén orientados a beneficiar a la sociedad víctima de injusticias generadas por caciques, instituciones privadas o públicas. Su fe inquebrantable por lograr objetivos sustanciales, lo expone a represalias en donde recibe amenazas, persecución y hasta encarcelamiento.
MANUEL SEDAS RINCON nació en esta bella tierra del café y la caña de azúcar. Un mes de junio de 1904. Su padre Vicente Sedas Pesado, de gratos recuerdos, era un hombre muy alegre que gustaba de conquistar la amistad de guapas jovencitas de la comunidad. Su posición económica le permitía vestir a la moda y dedicar su tiempo para participar en carreras de caballos y palenque de gallos de pelea. Por su habilidad y valentía, era amansador de bestias y como buen jinete estaba presente en las ferias más importantes de la región.
Don Vicente no se preocupó por darle casa, vestido y sustento a su hijo, ya que, estudió en la Ciudad de México los secretos de la Alta Costura. Especializada en la confección de Trajes elegantes y exclusivos para la gente adinerada, convirtiéndose en un experto y único en hacerle a los charros sus varoniles trajes. Respecto a la Madre, doña María Rita Trinidad Rincón, se distinguía por su forma atenta de tratar a los ciudadanos. Sencilla, con un porte esbelto que combinaba con sus facciones mestizas.
En ese ambiente creció Manuelito, bajo el cuidado de María y su abuela materna, debido a la separación de sus progenitores. A la edad de siete años sabía barrer la casa por dentro y el patio, salía a cortar leña por las fincas aledañas, sacaba los animales a pastar y además acarreaba agua para uso doméstico. Se convirtió en el ser más apreciado por su Mamá, debido a que era callado, obediente y servicial. Y los vecinos se referían para resaltar la conducta ejemplar de Manuel.
Como todo buen hijo, lo llevaron para que empezara a tomar sus primeras lecciones de catecismo. Doña Remedios lo recibió de buen agrado, porque además le enseñaría a leer y escribir, utilizando el silabario de San Miguel, que era el de rigor y en donde la mayoría empezaba a deletrear las cinco vocales y el abecedario. Aprendió muy poco, lo destacado radicaba en haber empezado a relacionarse con las letras que después serían su dedicación.
Por costumbre todos los muchachos en determinada edad, se les escogía un oficio para que entraran como aprendiz. Y así es como entró a un taller de repostería donde después de algún tiempo entendió que no era su vocación. Se dedicó a las labores del campo limpiando fincas de café, abonándolas y al final del ciclo, cortar la roja cereza que da la planta. Por cuenta propia aprendió el arte de la peluquería lo que le dio muchas satisfacciones económicas.
Era evidente que el joven de 18 años tuviera aspiraciones intelectuales para llega a cumplir sus sueños de dirigente del movimiento campesino, a raíz de su experiencia con otros sectores de la sociedad, se inscribió en la Escuela Cantonal, a la que posteriormente se le denominó “Sánchez Oropeza”.
En el año de 1923 terminó la primaria e instaló su peluquería a un costado del mercado Juárez, donde actualmente funciona la Mueblería Principal. Ejerció dentro del magisterio como profesor, de esa manera amplió su círculo de amistades que llegaban para consultarlo sobre diversos problemas sociales. Ese fue el inició de una vida dedicada a gestionar y encabezar la lucha social en la región cafetalera.