Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
LA PESCA EN LOS RÍOS.
La mayoría de los católicos de nuestra región tiene conocimiento de cuáles son los días destinados para la abstinencia de comer carnes rojas. Estos son el miércoles de ceniza, todos los Viernes de Cuaresma, jueves Santo y sábado de Gloria. Desde tiempos remotos, una de las costumbres más arraigadas radicaba en consumir alimentos derivados de productos del mar, con la finalidad de cumplir con las sagradas escrituras. De acuerdo con las palabras de un sacerdote, “debemos acostumbrarnos a no comer algo que deseamos, en señal de penitencia”.
Es una decisión que tenemos que acatar para probar nuestra fuerza de voluntad y renunciar a comidas que están prohibidas por la iglesia. Más adelante recomiendan que la moderación es fundamental para los fieles creyentes de Cristo. Por lo que, no dudemos en alejarnos de cualquier tipo de provocación que conduzca al consumismo. Es sano saber que todo lo tenemos que hacer con moderación sin caer en excesos.
En estos momentos de contaminación en ríos, arroyos y manantiales que brotan de las montañas y el volcán que nos proporciona el abundante líquido. La captura de especies acuáticas ha disminuido en la mayoría de los caudales. El Jamapa que se alimenta del deshielo de Citlaltepec y recorre el territorio por el lado sur de nuestra ciudad hasta convertirse en el río Tonto. Es la prueba del paraíso perdido que producía abundantes peces para consumir los días de vigilia, para la familia de escasos recursos.
El Ahuacapán, el Pesojapán, el Citlalapa, Dos Puentes, Cinco de Mayo eran los puntos donde la gente sacaba de una forma rudimentaria la pepesca, los charales o burritos que abundaban en las cristalinas aguas. Era una fiesta para la comunidad que caminando llegaban a los afluentes y con palos y piedras lo taponaban para hacer un remanso. Luego por la parte de arriba arrojaban cal pura. A los pocos minutos comenzaban a salir a flote los animales acuaticos que atrapaban con canastos hechos de carrizo.
Se disfrutaba de los encantos de la naturaleza, los niños recorrían las orillas aventando piedra y sumergiéndose en la fresca corriente. Las señoras contemplaban los alrededores con los pies mojados y, cuando llegaba la hora de la comida, salían para juntar leña y hacer una fogata donde se doraban los ricos tacos de huevo con chile y frijoles, así como una aromática taza de café. Cargados con los productos otorgados por la madre naturaleza, regresaban al bordear la tarde, contemplando el cielo que parecía estar más cercano.
Cuando la invitación venia de los habitantes de lugares vecinos para ir hasta los ríos del Angostillo, de Penohaya, Acazonica, Puente Nacional o Jalcomulco. La emoción se reflejaba en los huatusqueños, quienes con varios días de anticipación preparaban todo lo necesario, ya que, debido al clima cálido, había que comprar los materiales que utilizarían para la captura de mojarras, juiles, anguilas, truchas y langostinos. Los guardianes de esta gran riqueza recibían a los visitantes ofreciéndola, sabedores de que lo que da Dios, hay que compartirlo.
La técnica utilizada para pescar eran las manos, el machete o un instrumento que llamaban “chuzo”, fabricado con alambre grueso y una punta bien filosa que manejaban con mucha habilidad para atravesar a la presa. Ya que el estallido de cohetes estaba estrictamente prohibido, debido a que ocasiona mortandad de distintas especies. Algunos se ayudaban con la planta llamada “mata gallina” o el camote de “cabeza de negro”, que machacado causa serios daños al equilibrio ecológico.
Foto ilustrativa