Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
LA BENDITA TORMENTA.
La lluvia está de nuevo con nosotros, coquetea por las tardes y tranquiliza por la noche. Por momentos se siente como las innumerables gotas se desprenden de las nubes y se unen para formar un arroyo que se desliza por calles y avenidas desembocando en las barrancas que nos rodean. La humedad es un fenómeno que se respira con placer, como si fuera un bálsamo reconfortante para todas las especies que habitan en la región y que disfrutan su invaluable presencia.
La temporada inicia después de la segunda quincena de mayo, le sigue junio, julio y agosto. Es el periodo normal primavera-verano, para cumplir con su misión de alimentar a la tierra y con ello a las plantaciones de café que florecen y así cultivar la roja cereza. Los cazadores furtivos ya surtieron el mercado con las famosas chicatanas, no estamos seguros del lugar de donde las traen, pero ellos tienen la certeza de que aquí está el centro de consumo más importante de la zona.
Hace algunos años la gente se preocupaba debido a que por estas fechas entraba la “época de la guayaba”, es decir que, como la economía dependía de un solo producto del campo, el circulante entraba en ciclo de cosecha. Por lo que, el nivel de vida de las familias tendía a bajar y sobrevivían con los ahorros guardados previendo esta anomalía muy característica de algunos pueblos idénticos al nuestro. En parte a eso se debe la migración a otros lugares en busca de trabajo.
Los ciudadanos de distintas generaciones hacen memoria para relatar los sucesos que les ha tocado presenciar. Descubrir la ciudad en aquellos tiempos, era un espacio de tranquilidad, había pocos vehículos, la televisión y la radio todavía no llegaban, nada interrumpía el entorno que se creaba por el caudal que corría sobre calles empedradas, escurría de los tejados, manteniendo a los moradores encerrados, hasta que se calmaba la tormenta.
Las veredas y caminos que conducen a las comunidades, se tupe con la yerba que crece con acelerado ritmo. Transitar por esas rutas causaba una paz espiritual que solo se consigue donde el silencio es profundo, el paso de las bestias es opacado por la hojarasca blanda y el barro se hunde en cada pisada. La naturaleza tiene sus secretos para los humanos, junto a una roca o árbol se forman los pocitos llenos de aguas cristalinas, fresca y saludable para tomar. Hay bastante materia prima para renovar energía.
La juventud de antes, sabía que cuando el cielo se ponía obscuro, iluminado por relámpagos, rayos y centellas, era el momento preciso para refugiarse en la casa. Los adultos procuraban tapar los espejos con sábanas, las jovencitas se mantenían con el pelo alborotado debido a que estaba prohibido peinarse o tocarlo. Guardaban la plancha que era de metal, las tijeras, las agujas; las ordenes de los adultos se debían acatar, para evitar un percance ocasionado por la atracción de energía.
Los viejos narran que, un comerciante acaudalado, como no tenía otra cosa que hacer, se puso a contar el dinero de las ventas para guardarlas en un armario. Una descarga eléctrica cayó sobre su casa dejándolo electrocutado, alcanzando a su vecino, un sastre que usaba su máquina Singer. En la actualidad ya no hay empedrados, los caballos fueron substituidos por automóviles, la leña y el carbón por la estufa de gas. Pero, la tecnología que nos invade no ha sido capaz de reemplazar estas nostálgicas horas de aguaceros que las escuchamos protegidos en el hogar, viendo la televisión que nos acerca a otros continentes, sin necesidad de salir. Y llegamos a pensar: no todo ha cambiado.