Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
LAS DESMANCHADORAS.
Era un oficio de paga que con responsabilidad asumían las mujeres de este municipio. La etapa más relevante del “grano de oro”, se convirtió en fuente de riqueza de un grupo de selectas familias que poseían grandes extensiones de fincas con plantaciones de café. Más de cincuenta años del siglo XX, nos regaló una estampa de crecimiento económico que, hasta la fecha no se ha podido superar. La visión empresarial de productores a gran escala, los impulsó para importar tecnología adecuada para esa actividad.
Don Domingo Souza, reconocido en el mercado cafetalero internacional por su aportación del grano que cosechaba en su finca denominada “la mesa del señor”. Don Jesús Páez, propietario del beneficio de la “Unión”, así como la familia Landa Álvarez, la hacienda “La Cuchilla”, del español José Fernández en donde se acuño un tipo de moneda para realizar los pagos a los cortadores. Don Anastacio Pesado y su esposa Graciela Muñoz dueños de “Xocotla” y Actopán. Y un número significativo de medianos y pequeños cafeticultores.
El proceso de industrialización inicia cuando los cortadores del fruto lo depositaban en los beneficios, estos a su vez contrataban personal apto para someterlo a una minuciosa selección. Las desmanchadoras se encargaban de separar el limpio, el caracolillo, el macho y mancha. Para colocarlo en el sitio respectivo, había al menos cien mujeres expertas en cada factoría para realizar el trabajo y que los hombres se encargaban de transportar en costales llenos al asoleadero, a la majadora o a la secadora y luego estibarlo estando listo para embarcarlo al extranjero.
El horario de trabajo era de nueve horas diarias, entraban a las ocho de la mañana, a la una salían a comer y de las dos a las seis de la tarde terminaba su jornada. Un silbato como el del ferrocarril se escuchaba para marcar los tiempos. Cada una depositaba el producto terminado en una “burra” o sea una caja de madera y le entregaban un boleto por arroba para presentarlos el día de pago. Pagándole un peso por arroba, había quienes limpiaban hasta veinte de café de excelencia. De segunda lograban diez y si tenía mancha alcanzaban cinco al día.
Las empresas más importantes de la Ciudad que proporcionaban empleo a muchas huatusqueñas, eran las de don Rubén Nieva, la de don José San Filippo y la de don Dagoberto Guillaumín. Al principio se trabajaba con maquinaria que funcionaba en base a un pedal, como las de coser. Posteriormente se importaron equipos que se activaban por medio de la electricidad. En ellas se podía acomodar hasta quince obreras. Esto ocasionó que se recortara el personal otorgándole su respectiva liquidación.
Para el año de mil novecientos sesenta y tres, el gremio que llegó a conjuntar a más de mil socias, aproximadamente que estaban afiliadas a la Central Regional de Obreros y Campesinos (CROC), reconocido por la Confederación Nacional Campesina.
Debido a la nueva maquinaria que se incorporó a la tarea de limpieza del aromático, permitió crear tres turnos, de ocho de la mañana a cinco de la tarde, de cinco a una de la madrugada y de la una a las ocho. Pero cuando trajeron el conocido aparato llamado “ojo mágico”, la mano de obra femenina fue innecesaria, por lo que, todas las desmanchadoras fueron despedidas, creando una profunda crisis económica para muchas familias de esta localidad.