07/09/2024

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Desde Huatusco

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ROBERTO GARCÍA JUSTO. 

MUERTE EN EL CAMPANARIO

Los huatusqueños narran su experiencia, cada quién a su manera guarda en el fondo de su imaginación, presintiendo que es un orgullo pasar a formar parte del pasado.  

La única similitud es la edad que los une a una generación que vivió momentos de importancia para ejemplo de la juventud deseosa de escribir detalles pendientes de concretar. De momento se reflejan en mis pensamientos, nos dice Margarito, aquellos días cuando los chamacos disfrutábamos dulces de durazno que fabricaba doña mariquita Heredia.  

Los mantecados y la nieve de limón de don Pedro Morgado, no podían faltar después de un día de “pinta” a la poza de Citlalcuapa, formada por la caudalosa corriente del río La Ventura. Y luego el vinillo y los pambazos rellenos de frijoles, chiles en vinagre y queso del estanquillo de doña Margarita Salazar. Nadie escapaba de saborear los bocadillos caseros de doña Sofía.  

No todo fue manjares y comidas, dice don Guillermo, también hubo hechos que merecían ser destacados dentro de la nota roja. Y sucedió qué por esos días, el sacristán del templo, de nombre Constantino tuvo diferencias con su compañero Felipe y lo asesinó a puñaladas. Después de haber cometido el crimen, lo sacó de la parroquia arrastrándolo hasta el atrio. El Padre Efraín Oviedo le ordenó que subiera al campanario para que tocara redoble. 

 Los feligreses se alarmaron por la convocatoria en las primeras horas de la madrugada. Al descubrir el motivo del llamamiento se santiguaban frente al cadáver que causó conmoción por haberse dado en el interior del recinto religioso.  Se avisó a la comandancia y de inmediato hizo acto de presencia el jefe de los guardianes del orden, conocido por todos como don Patricio Moreno. Detuvo al agresor y lo puso a disposición de la Autoridad competente para ser juzgado.         

También del altar que le construían a la Virgen de los Dolores en Semana Santa, nos habla doña Carmelita. Se adornaba con papel de china cortado con tijeras para moldear estrellas o flores en el centro. Las imágenes de los demás Santos se cubrían con mantos de color morado, la mayoría de los católicos vestían de negro, era la ocasión propicia para estrenar ropa. Las luces se encendían y a cargar a la Dolorosa en ordenada procesión. 

Sobre las banquetas de avenidas y calles había gente que se incorporaba al contingente que crecía conforme avanzaba. Claramente se escuchaban los cánticos de la Pasión del Señor: “Perdón, oh Dios mío/ perdón e indulgencia/ perdón y clemencia/ perdón y piedad/ pequé y ya mi alma/ su culpa confiesa.” Por las condiciones en que se encontraba la iglesia a causa de un temblor, se construyó un galerón provisional que servía para oficiar los actos religiosos.  

El talento de la poetisa Enriqueta Sehara de Rueda, nos regala su composición a, “Nuestro viernes de Dolores”.  “Cuanta animación había/ nuestros viernes de Dolores/ en los jardines, con tiempo/ se apartaban muchas flores//. Vamos a ver los altares/ decía mi amiga Beatriz/ uno de los más bonitos/ es el de María Toríz//. También la familia Espejo/ hacía derroche de gracia/ su alatar era un monumento/ de buen gusto y elegancia//. Muchos altares veíamos/ por la ventana o la puerta/ porque estamos ansiosas/ de ver el de Tonche huerta//…     

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