Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
DIPLOMÁTICO Y POETA BILINGUE.
En un confortable chalet de la época porfiriana, descansa actualmente, un personaje que merece la admiración y el respeto por sus aportaciones al medio poético mexicano. Fungió como encargado de las embajadas de México en Francia, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Panamá, Nicaragua y Paraguay, Guillermo Landa Velásquez, tuvo la suficiente capacidad para enfrentar los momentos cruciales de la política internacional entre naciones europeas y americanas en conflicto.
Sin menosprecio de sus cualidades dentro del servicio diplomático, del que ahora se encuentra jubilado. Dedica su habilidad a rescatar parte importante de su investigación, para con ello, enfocar los retos del arte literario hacía la eternidad. Con el sabor y el encanto de esta noble labor, afina su educada pluma una y otra vez, para descargarla sobre el papel con el firme propósito de sutilizar la pasión que embriaga al poeta.
Para no perdernos en los pormenores de la narrativa, bien decimos que lo hemos visto cuando camina por las calles de esta ciudad que le prodigó calor cuando nació en buena cuna de excepcional familia. Nunca pierde el estilo de pararse a saludar a quién le brinda un “buenos días”. Su inconfundible piocha es de ponerle atención, resalta como el ritmo lento de su lenguaje, acentuado por esa costumbre aprendida en el viejo continente.
Vamos a una de sus últimas obras que puso en circulación: FILANTA. “…La princesa chichimeca desposada con el rey Acolhuatzin llevaba el amustiamiento en la flor de su nombre: Cuetlaxochitl (flor que se marchita). Tal vez porque estaba en el tiempo de su flor, flor muliebris, como se llamaba antiguamente la purgación menstrual de las mujeres para deponer la superflua plenitud.
Aunque agotadoras nahuas daban asenso a la abusión que decía: “hay también entre las mujeres una enfermedad que se le causa en la clítoris mujeril, que también le llaman Cuetlaxóchitl…que esta enfermedad se usaba en las mujeres por haber pasado sobre esa flor arriba dicha o por haberla olido, o por haberse sentado en ella, o de pasar sobre ella”. Pese a esta superstición de sus coetáneos, la noble señora acolhua estaba más lozana que una atlactocnochtli…”
129 páginas sin desperdicio, nos llevan a recorrer amenos pasajes por los jardines que los dioses crearon por el valle del Anáhuac. Es la cosecha del sembrador por años de sesuda inspiración incuestionable, porque a veces se escucha como un dulce canto de “quién ama a las flores”.
Por no florar esta flor
en las huertas de Medina
(allá por la antigua Tlalpan)
no besó las plantas bellas
de la reina de las luces,
la Condesa de Paredes,
Marquesa de la Laguna;
solo azucenas y rosas
plantó Sor Juana en su loa.