23/12/2024

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COLUMNA/Desde Huatusco – Luchar con coraje

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ROBERTO GARCÍA JUSTO

LUCHAR CON CORAJE.


La formación de grupos denominados “autodefensa o comunitarios” en algunos Estados de la República Mexicana, es una respuesta de la población civil cansada y asediada por el constante sometimiento físico y económico ocasionado por la llamada “delincuencia organizada”. En sus inicios, estos criminales respetaban a las mujeres, niños y ancianos, para después cambiar su estrategia y ahora lo hacen en un marco que rebasa el respeto a la vida.

Existen datos que confirman que, a partir del año 2013, en Michoacán, se inició la creación más importante de estas agrupaciones, formada por agricultores y comerciantes que en legítima defensa de sus vidas y bienes materiales, decidieron hacer frente a las amenazas de los más poderoso de aquella época. Los enfrentamientos entre ambos, provocaron tensión y preocupación del Gobierno Federal que, estructuró un plan para devolver la estabilidad a la región que se encontraba en peligro de extender el conflicto a toda la república mexicana.

Huatusco, Ver., 1914.- Esta es una narración que encontramos casualmente y nos dice que, durante la época de la Revolución, la ciudad estaba habitada por naturales y criollos en su mayoría dedicados al comercio. Sucedió un día en que la gente en lugar de atender sus actividades cotidianas, se congregó en la plaza principal. Había hombres de todas las edades, “debí suponer que era un asunto serio” nos dice el escrito. Fue cierto, discutían que en las rancherías se había organizado una banda de forajidos dedicados a asaltar las casas en toda la zona y mancillar a las mujeres.

Los vecinos pusieron su denuncia ante las autoridades que, siempre decían que estaban muy ocupados en la defensa de la ciudad, dejándolos solos con el grave problema de la delincuencia. Como no encontraron solución al problema, se reunieron y propusieron formar una guardia para enfrentar a los bandidos. Unos cincuenta hombres se ofrecieron para recabar armas que conservaban guardadas en sus hogares. Al examinarlas se dieron cuenta que las había de distintos calibres, viejas y mohosas, ya que correspondían a la época de la lucha por la independencia, también de la invasión norteamericana y la intervención francesa. Las mejores eran unas escopetas que llamaban “chachalaqueras”.

Una vez que se revisó el débil arsenal, sobrevino lo más complicado del asunto, tuvimos que elegir a un jefe, nadie quería aceptar el cargo. Al presentarme espontáneamente me ofrecí para dirigir el grupo, de alguna forma quería hacerme importante ante la gente. Me aclamaron simultáneamente, de inmediato surgió el grito, ¡¡¡ que viva el capitán gachupín ¡¡¡. Poco antes de salir para cumplir con la misión, se sugirió dieran de comer a todos, satisfechos convine en la marcha.

El entusiasmo y el júbilo de los combatientes lo consideré especial, albergaban la esperanza de acabar con los maleantes que tanto daño estaban causando. A la salida del pueblo fueron comisionado cuatro elementos de avanzada, habíamos entrado en la madriguera del adversario. Luego recibimos su mensaje que decía: “Enemigo al frente bien parapetado detrás de las peñas, ¿Qué hacemos ¿

Ante el peligro eminente, tuve a bien acelerar el ataque, por lo que grité para que me escucharan: “muchachos, luchemos con coraje, si son muchos a la defensa, si son pocos adelante y si no hay nadie, a buscarlos hasta acabarlos”. Después de mi arenga para motivarlos, nos percatamos que desde los matorrales unos hombrecillos nos retaban para la pelea. Sin dudar un momento, desenfundamos rifles y disparamos sobre los que se mofaban de nuestro ejército.

La respuesta de ellos fue inmediata, caímos en su trampa, recibimos descargas por todos lados, estábamos rodeados por bandoleros bien armados y mucho mejor adiestrados. Mis hombres llenos de pánico corrieron en estampida con rumbos diferentes, apostándole a la suerte que no le tocara una bala. Yo hice lo mismo, saltando rocas, sufriendo desgarraduras por las zarzas y a miles de tropezones, me alejé del campo de batalla. No regresé al pueblo, y aquí estoy para contarles lo sucedido. Algo que se me figura como un sueño.” (anónimo)

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