COLUMNA/ Desde Huatusco – El padre Enrique S. Trejo y Domínguez
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ROBERTO GARCÍA JUSTO
EL PADRE ENRIQUE S. TREJO Y DOMÍNGUEZ
Estas edificaciones forman parte de los principales atractivos de la población en donde constantemente se congregan para la conmemoración de un Santo, escuchar Misa los domingos o en otras ocasiones que el caso lo amerite. Por todo el territorio se levanta un número considerable de estas estructuras consagradas a rendir culto a Dios o la Virgen. Lo que nos indica la existencia de una comunidad de fieles bajo la conducción de un presbítero que los representa en el contexto espiritual.
La división de jerarquías es importante ya que una Basílica es una suntuosa construcción pública destinada para que funcione un tribunal, ocupando un sitio preferente. Las mayores eran las de San Pedro, San Pablo, San Juan de Letrán, Santa María Mayor. Y menores, como San Francisco y Santa María de los Ángeles en Asís. La Catedral es la sede del Obispo que guía la diócesis, siendo la de más alto rango en nuestro País, la Metropolitana.
Un Santuario se localiza por lo general en el lugar donde se llevó a cabo el martirio de un Santo, siendo considerado como un lugar prodigioso, por las apariciones marianas y el suceso de un milagro. Se distinguen de los demás porque durante el año, es visitado por miles de peregrinos. El ejemplo más evidente lo representa la Basílica de Guadalupe, levantado en la Ciudad de México hace más de varios siglos. El día doce de diciembre en todo el país se organizan los creyentes para cumplir con el deber de orar en el lugar de su aparición.
Las capillas son el espacio apropiado, totalmente independiente para realizar meditación y oración. El origen de esta costumbre se atribuye a los Reyes de Francia que antes de cada combate, en la casa de campaña, colocaban su capa con la imagen de San Martín en un lugar visible. Por lo que comenzó a llamársele capilla y a los que ejercían el ministerio los conocían como Capellanes.
Para la región cafetalera, el templo más antiguo es el de San Jerónimo, en el Municipio de Zentla. Se conserva por su estructura tipo franciscana primitiva, de una recia mampostería que sostiene la bóveda con gruesos muros hechos de piedra. Se calcula que en 1532 los frailes pusieron la primera piedra de esta fortaleza, reforzada por puertas difíciles de romper con armas convencionales. Además de que, dicen los habitantes que posee una cueva que tiene salida a una gran barranca de difícil acceso.
El Templo de San Antonio de Padua en su origen se construyó durante el siglo XVI, ocupaba un espacio pequeño, de 7 metros de ancho por 20 de largo lo que nos da 140 metros cuadrados. El techo de madera estaba cubierto de tejas. Con la cooperación de los católicos de la localidad se anexó una segunda torre, acompañada de un reloj y se puso una barda alrededor del atrio, adornada por dentro con dos fuentes. El órgano para acompañar la misa duró varios años descompuesto, hasta que el Padre Fermín Moreno lo mandó a reparar en 1910.
Sin embargo, no resistió el sacudimiento de dos temblores que lo resquebrajaron por toda la cúpula. El primero fue el 3 de enero de 1920, dejándolo con cuarteaduras peligrosa. Seguido por el del 26 de julio de 1937 que lo terminó de rematar, siendo declarado de riesgo inminente y se tenía que demoler para evitar una desgracia mayor. Por esas fechas llegó para hacerse responsable de la comunidad religiosa el Presbítero Enrique S. Trejo y Domínguez, el que escribió páginas extraordinarias que dejaron huellas profundas para la historia de Huatusco.
