Desde Huatusco
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ROBERTO GARCÍA JUSTO.
CURANDEROS TRADICIONALES.
La ciudad de Huatusco conserva misterios que a la fecha no han sido descifrados. Narran los ancianos que existieron seres extraordinarios que poseían el don de ver, lo que para otros permanecía oculto, prevenían y curaban las epidemias porque conocían los nombres y virtudes de los vegetales, de los aires benéficos y como curanderos aliviaban a los enfermos con el tacto de las manos, auxiliados con ungüentos y pocimas preparados con sebo de reptiles y otros ingredientes extraídos de la víbora, zorrillo o armadillo.
Había ocasiones en que las circunstancias los obligaban a enfrentar a sus enemigos transformándose en una fiera rabiosa y cruel, generando miedo a los que lo provocaban. Otras veces los consultaban para que les pronosticaran el futuro, lo que puntualmente descifraban con acierto en la mayoría de sus opiniones. Ya como curanderos luchaban denodadamente contra la muerte, atendiendo a los afectados, con ayuda de su cuerpo, la mirada fija, recomendando té de plantas que se hervían con agua del manantial.
Adquirían sabiduría debido a que eran asiduos observadores de los fenómenos naturales complicados para el estudio. Su fama trascendió después de que los primeros pobladores fundaron esta comunidad, aproximadamente en el año de 1323. Se dice que conocían el secreto para resucitar a los muertos, ya que afirmaban: “poseo la virtud de convertirme o convertir en cualquier animal a las personas y luego regresarlas a su primitiva figura. He penetrado en todos los pensamientos”.
Mucho tiempo tuvo que pasar después de la llegada de los españoles al Continente Americano para que las costumbres cambiarán dando inicio a una guerra entre los doctores egresados de escuelas de prestigio para esa época, contra los humildes brujos o curanderos que conservaban la confianza de un pueblo creyente de sus propias enseñanzas. Por donde cabalgaba un galeno con sus píldoras de quinina, termómetro, purgantes y recetas para surtir en la botica. En esa misma dirección andaba uno de los tlachisques con su sabiduría nativa, dotado de yerbas medicinales, manteca de cerdo, ensálmos y cánticos en lengua náhuatl.
Todavía durante el siglo pasado se imponía la tradición, muy arraigada en el interior de la sociedad de aquellos tiempos. Se requerían atributos personales para que las familias confiaran en un personaje que sumó el respeto a la vida y al amor por sus semejantes, haciendo suyo su dolor entregó sus conocimientos para servir humildemente a los que padecían afectaciones de distintas especies.
María Trinidad Rincón Cózar, supero los obstáculos propios de su raza, dotada de calidad humana tradujo su pasión en un mandato para aliviar los males ajenos. El medio social de los años 30 se lo exigía y aprendió el dialecto náhuatl para mejor entenderse con los habitantes de las comunidades a las que compartía ternura, amistad, comprensión y caridad. Es de las mujeres que entendieron el valor del sacrificio, asistiendo a los enfermos a la hora que fueran a buscarla, incluido las parturientas que encontraban en ella una respuesta a sus dolencias.
En doña Trini la luz de la esperanza iluminaba el rostro del pueblo que sufría, además de enfermedades crónicas en jóvenes y adultos, a los pequeños que se les llenaba el cuerpo de salpullido, granos con erupciones producto de fiebres contagiosas. Para el mal de ojo, empacho, espanto y la bilis, esta virtuosa mujer preparaba hierbas medicinales, polvos de concha de toche, pócimas, emplastos, masajes y ventosas.
Actualmente tenemos en cada esquina una farmacia, consultorios médicos, clínicas, hospital del ISSSTE, familiar del IMSS, galenos particulares que atienden un día por semana o quincena. Aun así, una cantidad importante de demandantes buscan atención con especialistas que se encuentran en otras ciudades. Como la CDMX, Xalapa, Puerto de Veracruz, Xalapa, Córdoba y Orizaba. Debido a que en esos lugares existen aparatos especiales para detectar daños al organismo.