Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
LA NONNA VICTORIA
Esta historia de la vida real tiene sus inicios en el año de 1896, fecha en que nace esta gran mujer a la que su nieta Iraís Tress Petrilli, rinde un solemne homenaje al recoger cada una de las piezas que integran la unión entre dos culturas. La europea, específicamente de Italia y la autóctona, que tiene sus orígenes en Coscomatepec. Ella, de rasgos indígenas de la clase media, Él, con las características que distinguen a los descendientes que hicieron de la Colonia Manuel González, un emporio agrícola.
Nonna, traducido al español quiere decir abuela, “caminó con mucha fortaleza, con amor y entusiasmo por la vida, vio nacer y morir a muchos que amaba, solo se cansó de vivir el día en que un nieto pierde la vida. La muerte de un ser querido, aun siendo prematura, lo aceptó. Pero la violencia que mató a su nieto: no.” De esa naturaleza era este personaje que comparte el siglo XX, de inestabilidad económica, política y social.
Veamos que dice esta mujer acerca de los hechos violentos que vivió México. “La revolución provocó que algunas familias regresaran a Italia, otras vendieran sus ranchos y se iban a lugares cercanos como Huatusco, Córdoba, u Orizaba. Aquí en la Colonia estábamos expuestos a la violencia de los grupos de alzados, se tenía miedo de que nos quitaran las propiedades, pero, sobre todo, se temía más a los soldados que se suponía nos protegerían. Se llevaban a las muchachas pues a la soldadesca le gustaban las italianas”.
”En 1919, mi suegro fue acusado de proteger a una facción revolucionaria, lo cual era una mentira y llevado preso junto con Baltasar. Dijeron que iban a fusilarlos, teníamos que negociar con urgencia y al ver que no había hombres en la casa para que lo hicieran. Le dije a mi cuñada Carmen que nos iríamos nosotras. Al saberlo nos acompañaron dos excelentes amigas, Nieves Parissi y María Castelán. Caminamos varios kilómetros hasta Chavaxtla, en donde estaba acuartelada la tropa, para pedir su liberación.
El general habló con sus oficiales y resolvieron que les perdonaban la vida si se quedaba Carmen en lugar de su Padre y hermano. Ella valerosa dijo aquel día: si soy el precio aquí estoy, pero déjenlos libres, ellos les hacen más falta a la familia. Después supimos que el oficial Daniel Hernández quería que se quedara a su lado. Fueron liberados, pero el precio fue muy alto. Ese día viví sentimientos contradictorios. Alegría por haberlos rescatados y tener a Balta conmigo. Pero una gran tristeza y desolación por dejar a Carmen.
Don Pedro trató de negociar, pedía que lo mataran a él y dejaran ir a sus hijos. Habló a solas con Carmen, después con el oficial que le hizo la promesa de cuidarla y amarla, le dio su bendición y caminó hacia nosotros. Ella y yo nos despedimos con un fuerte abrazo, su preocupación era su mamá, todo lo que me decía era cuídala mucho, dile que la quiero, que sus bendiciones harán que yo sea feliz donde esté.
Me separé de la cuñada que ocuparía siempre el lugar de una hermana. Baltasar dijo, no puedo despedirme, no tengo esa fuerza, si la veo no podría dejarla. El camino de regreso fue en completo silencio, solo se oían las piedras que de cuando en cuando pateaba con mucho coraje e impotencia mi suegro y el llanto y los sollozos de todos. Al llegar lo primero que preguntó mi suegra fue; ¿Y Carmen, donde está, que le hicieron ¿ mi suegro la abrazó y la llevó al balcón, allí hablaron, lloraron y abrazados vieron llegar la primera de las muchas noches en que su último pensamiento antes de dormir sería para su hija ausente”. (“La Nonna mexicana” . Iraís Tress Petrilli)