Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
CANDIL DE LA CALLE…
¿Quién fue el que inventó esta lámpara maravillosa que sirvió durante muchos siglos para iluminar los hogares?. Desgraciadamente no existe el antecedente preciso de un autor determinado, se cuenta con vestigios de algunas civilizaciones que lo empezaron a fabricar para servicios domésticos. La necesidad y el ingenio del hombre primitivo lo obligaron a crear las hogueras, luego las antorchas para proteger a la familia de los carnívoros que merodeaban los lugares que habitaban.
Desde hace aproximadamente cincuenta millones de años ya se construían estos rudimentarios mecanismos, montados en una piedra hueca, al que llenaban su interior con aceite o grasa animal y prendían fuego. Carecían de una mecha por lo que tuvieron que pasar varias experiencias para adecuarles el mencionado mechón, descubriendo que con ello se obtenía más claridad y se producía menos humo. Los más avanzados en este invento, fueron los árabes.
Leonardo Da Vinci, el destacado escultor de todos los tiempos, también utilizó una lámpara para realizar sus trabajos en la noche. Horas inmensas pasaba en su estudio el que hacía iluminar para poder ver bien, sin importar el costo, ya que hubo un momento en que el combustible se había encarecido. Además, el genio italiano le acondicionó un tubo de vidrio que llenó de agua. En el interior le introdujo una especie de chimenea para resguardar la llama de las corrientes de aire, esto le dio mayor claridad.
En el año de 1885, Kitson, hizo los ajustes necesarios para que surgiera lo que se conoció como el candil alimentado por petróleo. Fue uno de los logros más destacados de aquella etapa, en virtud de que generalizó su uso. Hasta el nuevo mundo se benefició con este pequeño aparato. De norte a sur y de este a oeste, la popularidad lo convirtió en un artículo de primera necesidad. Solo que existía el inconveniente que el “oro negro” se tenía que importar desde Inglaterra.
A Huatusco llegó este aparatito que revolucionó el área urbana y rural. Antes de su conocimiento se hacían las luminarias con un recipiente lleno de petróleo y se hacía un agujero a una tapa para poder meter la mecha. En ese cuadro de necesidades surgieron los talleres de hojalatería. Quienes se dedicaban a construir lo elemental para la gente, es decir, regaderas para echar agua al jardín, recogedores, canales y cientos de otras cosas.
Pero, lo que se convirtió en una demanda permanente fueron los candiles, que pedían de las comunidades del territorio cafetalero. No era mucha ciencia ponerle a un bote una tapa con un orificio, le soldaban un pequeño tubo por donde se pasaba un trozo de trapo y se humedecía para prenderlo a la hora en que aparecía la noche. Había doscientas familias que tenían energía eléctrica pero la planta que proporcionaba el servicio, comenzaba a funcionar a las seis de la tarde y terminaba a las once de la noche.
Todavía en algunos lugares donde no se ha introducido el servicio de luz eléctrica, se usa el candil, siendo también utilizado por los cazadores de chicatana que en la madrugada tienen que estar pendientes del movimiento, cuando del nido salen miles de ellas, las colocan en una cubeta para llevarla al mercado y de ahí convertirlas en salsa.