Desde Huatusco
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ROBERTO GARCÍA JUSTO
LA CRUZA DE LA RAZA.
Cuando los españoles conquistaron el continente americano, lo que encontraron fue una comunidad de hombres y mujeres que se puede catalogar como raza pura. En el territorio que abarcaba el Señorío de Cuauhtochco, existía una población que llamaron indios. Los varones se distinguían por su color rojizo castaño, de una piel suave y las mejillas de las mujeres sonrosadas. El pelo negro grueso y lacio, la frente angosta, de una sonrisa agradable por sus ojos grandes y obscuros.
Asegura Carl Sartorius que esta gente siempre tenía una expresión triste y melancólica, aunque en realidad no es así, su mirada estaba inflamada por la pasión, así los contemplaba con su escasa barba, el cuello corto, el pecho prominente y las piernas fuertes y musculosas. De esa profunda observación dedujo que el aspecto en general de los hombres es fornido y de mediana estatura, y las mujeres pequeñas y robustas.
Cuando están en familia son alegres, platican, cuentan chistes y se divierten con bromas y albures que culminan con travesuras entre ellos. Por lo general no entienden el idioma español para conversar con fluidez, siempre se comunican en su dialecto y desconfían de los que no son de su sangre. Lo más destacado es que cuando toman aguardiente no sufren delirium tremens y poco se le mira agotado por la “cruda” producto del alcohol.
La comida está basada en maíz, frijol, calabaza y verduras que crecen en el campo, como las verdolagas y los nopales. Viven del cultivo de la tierra y la trabajan de manera tradicional, tal y como se hacía hace trescientos años. No todos poseen parcela y para sembrar, tiran los árboles y los queman, con un palo puntiagudo hacen un hoyo donde depositan la semilla. Al final de la cosecha, organizan una fiesta donde participan jóvenes y adultos, luego descansan una temporada hasta el próximo ciclo.
Los mestizos son el producto de un padre blanco y una madre india, lo que se extendió por todo el territorio formando grandes conglomerados. Se considera que es un ser resistente, elástico y larguirucho. Su piel es castaño claro, pelo grueso y negro, frente amplia, ojos brillantes y dientes blancos. Tiene la característica de ser apegado a las costumbres regionales, siendo un buen jinete, de carácter templado por lo que, siempre está dispuesto al baile, el juego sin importarle el futuro.
El día de la boda el novio regala a la novia una yegua con sus arreos de buena calidad, sobre la que ella cabalga hasta la iglesia. El padre regala al hijo un potro para que lo amanse y lo haga a su manera. Por esa razón sus pláticas siempre versan sobre caballos, de lo dócil e inteligentes que son.
Por lo tanto, de la unión entre mestiza y español nace un castizo. De español y negra, un mulato. De español y mulata, un morisco. De español y morisca, un albino. De español y albina, un torna atrás. De indio y torna atrás, un lobo. De lobo e india, un zambayo. De zambayo e india, un cambujo. De cambujo y mulata, un albarazado. De albarazado y mulata, un barcino. De barcino y mulata, un coyote. De coyote e india, un chamizo. De chamizo y mestiza, un coyote mestizo. Estas son las cruzas que tenemos en el territorio mexicano.