23/12/2024

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ROBERTO GARCÍA JUSTO. 

LOS “NONOS” ITALIANOS. 

Como una respuesta a nuestra anterior publicación, me enviaron un documento que dice: “Hurgando en el baúl de los recuerdos en casa de mis abuelos, encontré testimonios, cartas y escritos que quisiera diera a conocer, puesto que son parte de nuestra historia”. Por ese motivo, les transcribo el texto que no trae nombre del autor, considerando la importancia de su contenido. “Agostino de Paulini, nació en Ronchena, provincia de Belluno, Italia. En el año de 1840, hijo de Doménico y Caterina, siendo el noveno y último de los hermanos. 

Creció en la mayor pobreza porque su padre, baldado, no ganaba salario alguno y su madre, aunque ponía honradamente todo su esfuerzo, apenas conseguía el sustento diario para su numerosa familia. Asistió a la escuela en Lentiai, pintoresco poblado próximo a Ronchena, donde pudo aprender a leer y escribir medianamente. A la edad de once años quedó huérfano de madre y, por lo mismo, perdió también a sus hermanos, porque se dispersaron para conseguir trabajo. Ya que se preocuparon por asistir a su padre con lo poco que ganaban. 

Agostino junto con su hermano Ángelo trabajaron de peón, levantando paredes y pegando piedra. A los veinte años entró a la milicia bajo la bandera de Austria. Contaba que durante cuatro años de servicio había sufrido las intensas heladas estando de guardia. Hubo ocasiones que tenía que quitarse los zapatos donde iban pegas las uñas, con hemorragia constante. Otras veces no podía agarra el arma por el congelamiento de las manos.  

Después de la derrota en la guerra contra Italia, la provincia del Véneto pasó a sus dominios y hubo de permanecer tres años más en servicio. Al regresar a casa retomó su oficio de albañil, donde no tuvo suerte porque no tenía estudios de geometría. Contrajo matrimonio con la señorita Sofía Brendoli, que se había criado en la Casa Grande de Venecia, un hospicio que daba una dote a sus exalumnas. Por lo que, con la donación y sus ahorros reunieron para formar su hogar. 

De esta unión nacieron seis niños y una niña, dos murieron siendo muy pequeños. El padre se preocupó por ampliar su casita que era pequeña. Les construyó primero y segundo piso, apoyado por su esposa, estando embarazada cargaba mezcla y piedra. Doce días posteriores al parto, murió dejando en la amargura al esposo y a los huérfanos que le lloraron inconsolablemente. La ausencia de la madre le obligó a hacerles de comer, lavar la ropa, bañarlos y vestirlos y enseñarles a rezar. La casa quedó sin terminar, solamente alcanzó a ser techada con tablas.  

Al paso del tiempo decidió casarse nuevamente con Assunta Zampieri, misma que se encargó de cuidar a sus hijos. Salió para ganar dinero con el sudor de la frente, recorrió Austria, Hungría, Bohemia, Bosnia y Suiza, pasando temporadas de hasta nueve meses fuera del hogar. Cuando abrieron el túnel de San Gotardo, quedaron sepultados por los derrumbes varios operarios. Correspondiéndole cargar a los muertos para llevarlos a enterrar.  

Al regreso trajo un queso de diez kilos para celebrar con su familia y les mostró que había perdido por el frío la coyuntura del dedo gordo de su mano derecha. De este matrimonio nacieron tres niñas y dos niños. Después de muchas complicaciones con su salud, manifestó ciertos rasgos de esquizofrenia, muriendo después de una prolongada agonía”.   

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