Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
LA DANZA.
Se remonta a tiempos muy lejanos y es el movimiento rítmico realizado con el cuerpo con el fin de comunicar sentimientos relacionado con la religión y la naturaleza, y así conseguir beneficios que tenían que ver con la cosecha, la fertilidad y la guerra. Antes de realizar una actividad se acostumbraba asistir a una ceremonia en donde predominaba la danza con la finalidad de controlar las fuerzas sobrenaturales que no tenían una explicación científica.
Al culto inculcado con la nueva catequización, se agregaron manifestaciones en contra de los conquistadores y es la etapa donde se mezclan las tradiciones de ambos pueblos. Pero desafortunadamente se fueron perdiendo expresiones autóctonas que eran de gran valor antiguo, a cambio se desarrolló uno de los símbolos más ricos del folklor mexicano. Por su variedad de atuendos y la música que contiene un alto grado del alma indígena y mestiza.
Aunado a lo anterior, existen antecedentes de que el pueblo de Totutla, tenía fama en la región de ser los más hábiles artesanos para fabricar los fuegos artificiales. Cuando se acercaba una fecha conmemorativa de algún Santo, el mayordomo de la capilla, o el templo del barrio o la comunidad, salían en busca de estos artífices que se distinguían por elaborar distintas formas de animales o imágenes que daban fama a la pirotecnia criolla.
En su crónica de 1845, el austriaco Carl Bartholomaeus, detalla los pormenores de lo que atestiguó. Dice que, al llegar, fue grande la sorpresa al ver que todos los habitantes del pueblo estaban reunidos en la iglesia. Muchos de ellos con verdaderos vestidos de bufón, adornados con garras horribles y negras que representaban larvas. Bajo la abigarrada ropa llevaban pequeñas campanillas, sombreros de paja, ricamente engalanados con plumas y en la mano un machete.
El ojo de este investigador europeo advirtió que, se alistaron los enmascarados para empezar el baile, al frente iba un hombre que se distinguía por su frac negro muy viejo y arrugado, salido Dios sabe de dónde, y una corona de madera. Al son de una guitarra y un violín se inició el fandango. Comenzaron a brin-cotear haciendo gesticulaciones horribles y chocando los machetes que sacaban chispas, se mesclaban de un lado a otro, más bien parecía un salvaje rito guerrero que una ceremonia religiosa.
Las campanas no dejaban de repicar, sobre una mesa con extensiones para cargarla sobre los hombros, sacaron una imagen de la Purísima Concepción, que decían era la Madre de el Salvador, por su configuración más bien se asemejaba a una deidad autóctona. Apenas salió por la puerta, los danzantes se lanzaron sobre ella como si quisieran atacarla, pero dieron media vuelta y se colocaron en fila al frente para comenzar la procesión.
Dos campesinos, por su apariencia, quemaban incienso que transportaban en pequeños braceros de barro y esparcían por los alrededores de la Santa. Atrás caminaba el cohetero que con habilidad soltaba de su mano los ruidosos artefactos que explotaban en las alturas. Dieron dos vueltas por el contorno de la capilla y con ello se dio por terminada la importante conmemoración. Reflexión: “con dolor puedo afirmar la forma sistemática de ahogar todo germen bueno y noble de los mexicanos, tenían capacidad y los degradaron para reducirlos a la esclavitud”.