Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
MARIA MANRIQUE: CANTANTE EXCEPCIONAL.
Es inmenso el arsenal político, económico y social que han formado los huatusqueños a través de los siglos. La lucha por la independencia no tomó por sorpresa a los ciudadanos que participaron fecundamente en las distintas trincheras que se formaron en toda la región cafetalera. Lo más destacado del movimiento fue la voluntad de terminar con un colonialismo plagado de discriminación y desprecio por la cultura y la raza indígena.
Ya con los primeros disparos de la Revolución Mexicana, se daban los elementos necesarios para integrar el Club anti releccionista que de antemano se alimentaba con una ideología liberal. De ahí surgen los sindicatos, quienes junto con los campesinos siguieron una ruta contra la explotación del trabajador y las injusticias que con frecuencia sufría la población por parte de un sistema autoritario y represivo. Por esa razón, en cada familia se incubó el anhelo por la paz, el trabajo y el respeto a la autoridad.
Al margen de los señores acaudalados que gozaban de comodidades, podríamos asegurar que en la mayoría de la población reinaba la sencillez, como credo que se compartía en el interior de la clase media y baja del ex cantón. Los jóvenes de aquellos tiempos, se divertía practicando la charrería en su más pura modalidad. Es decir, los adultos les enseñaban a ensillar un caballo para luego montarlo y posteriormente ponerles la carga sobre los lomos y acarrear la cosecha.
Por las tardes practicaban algún deporte o había juegos de salón como el billar, siendo vedado para las mujeres que se reunían en alguna casa para entretenerse con la lotería. El gusto por la cacería tuvo mucho auge entre los que disfrutaban de la naturaleza, realizando caminatas en medio los bosques y barrancas donde abundaban los animales silvestres. También los amantes de la pesca, formaban grupos para acampar en las márgenes del río, disfrutando el medio ambiente todavía sin tanta contaminación.
Lo más destacado y admirado era la música, la guitarra, el cajón y el banjo, se pusieron de moda, porque con estos instrumentos se formaron bandas musicales para amenizar bailes, llevar serenatas o dar recitales en el Parque Zaragoza. Entre vecinos surgió una dinastía de bailadores que estaban atentos a las novedades de la capital para ponerlas en práctica en las reuniones del vecindario.
Veinticinco pianos alcanzaron a llegar por vía terrestre, era el número de casonas que tenían el privilegio de presumir en su sala tan selecto aparato. Uno de ellos resaltaba en la residencia de Edmundo de la Fraga, diputado local en la XXVII Legislatura de 1918 a 1920.
Un tenor con amplios conocimientos del arte del bello canto. Contrajo matrimonio con doña María Manrique, dueña de una voz muy educada y qué en cada una de sus presentaciones en los teatros de la Ciudad de México, dejaba sorprendidos a los críticos del medio artístico.
El periódico el Nacional, de octubre 2 de 1911, fijó en su reseña de la primera plana de espectáculos: “María de la Fraga, la joven cantante embelesa con su dulce y límpida voz, su maestría de artista consumada, cantante eminente que subyuga, que atrae, y canta el difícil rondó, con arrebatadora pasión, con voz celestial, con dulzura inimitable”.
Murió el 19 de marzo de 1916, cuando había cumplido 31 años de edad. Sus restos descansan en el Panteón Español de la capital del país. Esperando que un ramo de rosas de los huatusqueños brille en su tumba, de este llamado ruiseñor de la ópera: La perla de Brasil y la Flauta Mágica.