COLUMNA/ Desde Huatusco – Leopoldo Rebolledo Pérez
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ROBERTO GARCÍA JUSTO
LEOPOLDO REBOLLEDO PÉREZ
Lo que te diga un poeta llegará muy profundo, con el ánimo de viajar por lugares muy lejanos, quizá hasta donde el pensamiento pierde la visión de ser, porque ellos aprenden del sentimiento, el amor, la decepción y de todo el universo que reseñan cantando, como las voces que lleva el viento. Se dice que es el principio de todo, la razón de todo y el fin de todo. Porque la poesía mueve al mundo, debido a que en ella se nace y se muere, por sus letras se crea, se destruye, estando en todas las pasiones. Es más profunda que el misterio de la muerte.
En la poesía la ilusión amorosa se convierte en una revelación divina, hay manera de expresar un sentimiento, de darle sentido y moldear lo que es humano, sin su consentimiento. Ya en el éxtasis de la conciencia se transforma en locura y lucidez, ilusión y desencanto, contradicción y reafirmación, luz y sombra, sosiego e inquietud, raíz y esplendor del mundo lícito e ilícito. Finalmente puede transmitirse como un dolor que no deja de inquietar en medio de una celebración infinita.
Con la intención de recordar a los que dejaron sus creaciones para disfrutarlas, podemos citar a Leopoldo Rebolledo Pérez, “Tinta Negra”, nacido en esta ciudad el 17 de febrero de 1920 y falleció el 17 de diciembre de 1992. Por ser una inspiración que resalta el amor a su tierra, la reseñamos tal y como él la escribió:
A HUATUSCO.
Allá, no muy lejos del mar
donde la tierra se enoja
Y arruga el entrecejo.
donde el hombre con
ganas de hazañar
escala la montaña
y adora al gran conejo.
Allá, allá es mi tierra
la que envuelta de niebla
con lo viejo
se esconde temerosa
entre la sierra.
Allá, no muy lejos del mar
donde me vieron nacer
los que me esperan.
Donde el hombre sabe enamorar
y siempre ha perdonado
aunque lo hieran.
Allá, allá es Huatusco
al que sueño agrandar
y que lo quieran,
donde habré de encontrar
…la paz que busco.
Del “güero” Rebolledo tengo muchos recuerdos, por ejemplo, era muy elegante para vestir, soy testigo de que nunca salía a la calle sin el aroma de una loción adquirida en alguna boutique de México. Camisa blanca almidonada, pantalón de dril cortado a la medida por su sastre, tirantes para sostenerlos, zapatos de charol bien lustrados.
Lo característico, siempre traía en mente un chascarrillo, algo que sus amigos políticos apreciaban. Dramaturgo, poeta, actor y periodista, eran las virtudes que profesaba, sin embargo, no son suficientes para llevarte un ramo de flores a la tumba, ni recoger esos versos que sintetizan los sentimientos de un poeta pueblerino.
