Desde Huatusco
3 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
TEMPLOS ABIERTOS: TODOS EN CASA.
El 5 de mayo de 1930 se promulgó la Ley 197, publicada en la Gaceta Oficial del Estado de Veracruz el 18 de junio de 1931. El contenido principal tenía como objetivo “terminar con el fanatismo religioso”, fue una decisión que confrontó a dos instituciones que dirigen a un numeroso núcleo social. Por lo que, el coronel Adalberto Tejeda, gobernador de la Entidad veracruzana otorgó un plazo de 15 días para que surtiera efecto el mandato constitucional.
Las manifestaciones en contra se multiplicaron, debido a que solamente se permitía la función de un sacerdote para cada cien mil habitantes. Limitándolos a 13 ministros para todo el territorio de Veracruz, en donde existen más de 300 iglesias, se consideraba un porcentaje muy desequilibrado, por lo tanto, el rechazo a este ordenamiento se hizo notorio. Poniendo en la ilegalidad a los que no estaban de acuerdo, resultando que, muchos de ellos fueron expulsados de la entidad con violencia.
Podemos decir que lo que vino a poner más crítica la situación fue, un atentado fallido en contra del coronel Tejeda. Un 25 de julio de 1931, un joven a quién se identificó con el nombre de Manuel Ramírez Frías se introdujo al interior del Palacio de Gobierno y esperó en los pasillos por donde tenía que pasar el gobernante. Por su inexperiencia y nerviosismo no calculó el momento adecuado y disparó sin ver el objetivo. Lo que permitió al coronel sacar su revolver y con sus escoltas dieron muerte al agresor.
Habiéndose descubierto el complot, se agudizó la escalada de violencia en todos los centros religiosos. La represión orilló a que los oficiantes de todos los niveles a conducirse en una forma clandestina. Fuera de su entorno, por resultar peligroso que los ubicaran, se vestían de campesinos, arrieros o de mujeres. Así cumplían con la misión de asistir a los moribundos, o celebrando misa en casas particulares con la protección de los católicos.
El templo de San Antonio de Padua el más grande de la región, abrió sus puertas el 12 de mayo de 1937. Una multitud en procesión recorrió las principales calles y avenidas de la ciudad. cientos de niñas y niños vestidos de blanco, festejaban con emoción la apertura de los centros religiosos que permanecieron cerrados casi seis años. Dos meses después de este fervoroso acontecimiento, sucedió lo inesperado el 26 de julio de 1937. En esa fecha precisamente a las diez de la noche, la tierra se convulsionó peligrosamente causando enormes daños a las casas del municipio y sus alrededores. El sismo ocasionó grandes cuarteaduras a la bóveda del santuario, dejándolo inservible.
Maribel Ortiz Moreno en su libro “Un Pregonero de Amor llamado Enrique S. Trejo y Domínguez”, nos dice lo siguiente”: “El culto estaba cerrado, se tenían que organizar las casas que servían de centros en los que se haría la santa misa y todos los servicios religiosos. El señor cura Enrique, después de analizar los lugares que en total fueron doce. Entre los que destacaron se encontraba el de Marquita Heredia y María Chispan.
La Santa Misa se hacía normalmente a las dos de la madrugada, para correr menos peligro. Todos se reunían sigilosamente para no ser descubiertos, ya que los enemigos de la fe, con furia los perseguían y si los encontraban se dedicaban a profanar todo, rompiendo las imágenes y todo lo que estuviera a su alcance, diciendo cuantas blasfemias se les ocurría. Por lo tanto, el Santísimo se cuidada a costa de la propia vida…”