Plan de juego
2 minutos de lecturaMessi, el hombre extraviado
Jesús Mejía Cruz
Las tristezas de un crack radican en la imposibilidad de controlar el futuro de la misma forma en como domina el balón. En 2001, el niño Lionel Messi recién había llegado a Barcelona y la dificultad de alejarse de casa lo hacía llorar a solas. Era incapaz de sociabilizar, también el último en llegar al comedor y solía sentarse donde no tuviera que hablar con nadie.
Leonardo Faccio, quien hizo una biografía sobre el astro argentino, escribió: «Lejos del balón, Leo Messi parece un clon sin baterías del jugador electrizante que todos conocemos. Mal representante de sí mismo».
Hubo una tarde en que su padre le propuso regresar. Pese al extravío emocional, para el pequeño crack, la salida no fue una opción.
Encontró su lugar en La Masía y cómplices a la medida. Pronto se convertiría en lo que todos sabemos que es.
Casi 20 años después, Lionel Messi vuelve a parecer ese chico extraviado, esta vez no en el comedor sino en medio de la hierba. Los recursos se le agotan y responde con un derechazo la afrenta de hacerle una marca hostigante. Si de niño se escondía para llorar, de adulto abandona la cancha como aquel que no sabe por dónde ir. Nunca antes había salido expulsado con la playera del Barcelona. El nuevo extravío es una metáfora de su actualidad.
Compendio de atributos, un crack no es otra cosa que el cúmulo de soledades de un niño extraviado.
El clon sin baterías creció y ha vuelto a ser el peor representante de sí mismo. La salida otra vez como una opción.