Desde Huatusco
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ROBERTO GARCÍA JUSTO.
EL SERMON DE FRAY SERVANDO.
Su nombre completo era José Servando Teresa de Mier y Noriega y Guerra, nació en la localidad de Monterrey, Nuevo León el 18 de octubre de 1765. Este sacerdote Liberal estudió latín, Filosofía y Teología en el Colegio de Porte Coeli, obteniendo el Doctorado. Religioso criollo de la orden de Santo Domingo, comprometido con la Independencia de México, escribió varios libros relacionados con el tema.
Destacó como un extraordinario orador lo que le permitió ganarse la distinción de ser comisionado para participar en la celebración Guadalupana, en la Colegiata el 12 de diciembre de 1794, exponiendo sus investigaciones y reflexiones en torno a la Morenita. En esa ocasión pretendió demostrar que el culto a la Santa Madre de Jesucristo, datada de la era prehispánica, del mismo modo que el cristianismo, por lo tanto, no habría que agradecer nada a España debido a que el imperio Azteca ya la tenía como religión antes de 1519.
En su famoso discurso expuso frente a los altos jerarcas de la Iglesia Católica que: “La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, no está pintada en la tilma de Juan Diego. Sino en la capa de Santo Tomé, apóstol de este reino, Mil setecientos cincuenta años antes del presente, ya era muy célebre y adorada por los indios ya cristianos, en la cima de Tenayuca, donde le erigieron el templo y colocó Santo Tomé.
“apóstatas los indios de nuestra religión maltrataron la imagen que seguramente no pudieron borrar y Santo Tomé la escondió hasta que diez años después de la conquista española apareció la reina de los cielos a Juan Diego pidiéndole un templo y el entregó la última vez su imagen para que la llevara a la presencia del señor Zumárraga. La imagen de nuestra Señora es pintura de los principios del siglo primero de la iglesia, pero, así como su conservación, su pincel es superior a toda humana industria, como que la misma Virgen María se estampó naturalmente en el lienzo viviendo de carne mortal”.
Este sermón leído con pulcritud y elocuencia, agravió la conciencia de la congregación religiosa de la Nueva España. Las opiniones ofensivas en contra del sacerdote dominico se diversificaron señalándolo como un ser poseído por el demonio que lo había llevado a un caso de locura. La respuesta de la Autoridad eclesiástica fue inmediata, apenas pasaron veinticuatro horas y ya, Fray Servando enfrentaba un proceso condenatorio, suspendiéndole su licencia para predicar y confesar. Antonio Núñez de Haro lo acusó de hereje y blasfemo ante el Santo Oficio.
Durante el mes de marzo de 1795 fue conducido por la fuerza armada al castillo de San Juan de Ulua, donde permaneció encerrado dos meses. Luego fue condenado por veinte años de reclusión en el convento de Santo Domingo en la ciudad de Cádiz, España. En el año de 1817, regresó en compañía de Javier Mina, con quien se incorporó a la lucha libertaria de México. La polémica de este caso siguió durante más de doscientos años, sin que se halla perturbado la conmemoración anual dedicada a la Reina de nuestro País.
