Desde Huatusco
4 minutos de lecturaROBERTO GARCÍA JUSTO.
SE APROXIMA DICIEMBRE.
El fin de año esta próximo, se nota porque en la madrugada empieza a sentirse un ambiente invernal, por las tardes sopla el viento que, con mucho estilo cobija la Ciudad. Anteriormente las familias recibían esta época con entusiasmo debido a que la producción de fruta era abundante. Y se apresuraban a recolectarla para preparar dulces y vinos que eran consumidos en la mayoría de los hogares. Naranja, zarzamora y guayaba eran los más demandados porque no había otras golosinas que las elaboradas en casa.
Los arrieros transportaban mercancía de temporada decembrina para descargarla en las casas comerciales. La mayoría de los almacenes eran propiedad de extranjeros, españoles, alemanes e italianos, que controlaban el comercio de la región, en virtud de que Huatusco siempre ha sido el punto referente de las actividades económicas y sus relaciones con los demás municipios estaban ligadas por un mercado amplio y centralista.
Las condiciones climáticas que prevalecía en esta época en el área urbana y rural, permiten conservar la tradición de alimentarse con productos del campo muy nutritivos. En menor escala se guisa en algunas rancherías la flor de xaxana, de calabaza, el tepejilote que se obtiene de la palma camedor, el gasperito, una vaina del árbol de quimite, el chile de gato. Además, el camote extraído de la raíz del chayote es muy sabroso capeado con huevo. Un menú muy provinciano al que se agrega otras plantas.
Es característico pensar que se aproxima la fecha en que se consume el ponche, los buñuelos, pambazos, tamales y garnachas. Hay mucha razón para tomarlo de esa forma, debido a que, a partir del primero de diciembre iniciaban las peregrinaciones en honor a la Virgen de Guadalupe; que partían de los barrios hasta llegar a la capilla del Tepeyac. Cada colonia cuando le corresponde, organiza la vendimia de antojitos regionales y otros artículos, acompañada de música y la danza de los negritos que es de las más antiguas del pueblo. El gran evento culmina el día doce en el cerrito de Guadalupe, hasta donde concurren los feligreses para cantar las mañanitas. En esta ocasión la costumbre se interrumpe por la pandemia que padecemos.
Es momento de recordar otro de los fenómenos significativos que ocurrían en el mes que se avecina, es el retorno de trabajadores y estudiantes. Las vacaciones que se otorgan anualmente permiten que muchos de los que emigran a otros países, la ciudad de México o estados, aprovechan para venir a visitar a la familia y de paso tomar un merecido descanso. Y los que permanecen en esta localidad, en la misma situación que los mencionados, regresan a su lugar de origen para “renovar energías”. Pero también esa modalidad esta por verse.
Para los que abandonaron su tierra intentando salir adelante en sus proyectos, los alentamos con un poema de la profesora Enriqueta Sehara de Rueda, titulada:
La Hora Amarga.
“Encargos y preguntas
despedidas
bultos ante la vista
y el rictus en las bocas
abatidas.
Una pena infinita
en mi pecho
abandonar mi pueblo
y aquel hogar paterno
ya deshecho.
Un árbol que en el patio
me miraba
sufrimiento implacable
por lo que sin remedio
se quedaba.
Las flores que mi madre
Cultivaba
cajas con libros viejos
y otras cosas queridas
yo dejaba.
Lágrimas y suspiros
Sentimiento
recuerdos que se piden
y regalos que se hacen
de momento.
Juguetes y macetas
un santito
una lámpara, un cuadro
y un jilguero que canta
muy bonito.
No salir de mi tierra
yo pudiera
¿si anulara este viaje ¿
temo que allá muy lejos
tal vez muera.
Mientras que debería,
con espanto
en estos pensamientos
llegó una amiga ciega
toda un llanto.
“Por último en la vida
vengo a verte”
me siento tan enferma
que estoy en los umbrales
de la muerte.
A verme…dijo ella
¡pobrecita ¡
y me vio al despedirse
pues veía por el alma
la cieguita.
También como mi amiga
tierra mía
en mi interior te miro
¡para espíritu no hay
lejanía ¡.
Todavía aquella pena
aún me embarga
es dolor de un recuerdo
que dejó para siempre
¡la hora amarga ¡.”